«Friends» y la amistad como un problema estético-económico

(20 de julio 2023) – Por Jada Sirkin

Bienvenida al mundo real.
Es un horror, te va a encantar.

Monica, Ep. 1

La serie Friends comienza con un divorcio y un reencuentro. Ross (David Schwimmer) está desahuciado porque su esposa le dijo adiós; ante la perspectiva de disfrutar de la soltería, él dice que quiere volver a casarse. Entonces entra Rachel (Jennifer Aniston), quien, desesperada tras escapar de su boda, acude a su vieja amiga Monica (Courtney Cox). Con su aparición, se completa el sexteto protagónico. El 6 es un número interesante: cierra y abre: arma grupo, pero no tan pequeño; abre opciones, pero no tantas.  I’ll be there for you (estaré ahí para ti) es el tema de la apertura. Más que “estaré ahí para ti”, podemos pensar que en Friends se trata de “no tengo adónde más estar.” Porque el tiempo que estos 6 seres humanos pasan juntxs es notable. ¿Por qué pasan tanto tiempo juntxs? Dos ideas: 1. Sí existen amistades así de inmersivas (y tal vez más en edades jóvenes); 2. También se trata del recorte de la narración (vemos, sobre todo, los momentos compartidos) —pero: ¿tanto tiempo juntxs?

Se trata, en parte, de un problema económico. Cuando Phoebe (Lisa Kudrow) se reencuentra con su amante marinero (Charlie Sheen), por alguna razón, lo hacen en el departamento de Monica y Rachel. Sí, lo explican, Phoebe tiene sarampión y no quiere contagiar a la abuela, con quien vive. Pero ¿es esa la verdadera razón? ¿O se trata solamente de la razón narrativa, que oculta una razón económica? La razón económica: filmar en la menor cantidad posible de sets. La hipótesis es la siguiente: a la economía narrativa (y monetaria) de la serie le conviene que lxs amigxs pasen mucho tiempo juntxs, y en pocos lugares.

El problema económico también está muy presente en el interior de la ficción. Muchos episodios tratan de las dificultades de dinero de estos jóvenes que le dan pelea a la vida de la New York de fin de siglo. No por nada Phoebe vive con su abuela. No por nada Rachel vive con Monica. No por nada Joey (Matt Le Blanc) vive con Chandler (Matthew Perry). ¡Los alquileres en Greenwich Village no deben ser baratos! Joey (actor fracasado podría ser una definición para este personaje) se va a vivir solo (abandona a Chandler, y ¡qué notable cómo se narra/sufre el abandono!), sólo cuando obtiene un papel en una serie de televisión y empieza a ganar mucho dinero; como el éxito no le dura más que un par de episodios (el paso del tiempo se puede medir por episodios), Joey termina volviendo con su amigo Chandler. ¿Chandler es sólo su amigo? ¿Es su hermano? ¿Por qué pareciera, por momentos, que es más bien una suerte de pareja? En repetidas ocasiones la serie usa, con resultados humorísticos brillantes, la idea de imprimir, sobre situaciones ordinarias, o cotidianas, la textura expresiva (intensa, dramática) de los conflictos de pareja. Como si se jugara a melodramatizar situaciones que no se corresponden con la temperatura del melodrama. Es como si, en algún punto, todo pudiera tener esa intensidad —la intensidad melodramática de lo que creemos necesario. Con ese gesto, Friends revela modalidades neuróticas del psiquismo humano. La neurosis como un círculo cerrado —digamos, demasiado familiar. La amistad, ¿es un círculo cerrado y demasiado familiar? ¿Por qué Chandler reacciona a la mudanza de Joey más como si fuera una separación de pareja que de amigos? ¿Qué es la amistad?

A propósito, el departamento de los varones está al otro lado del pasillo del de las chicas —el binarismo de género y sexualidad es parte de la serie, suponemos que en gran medida porque era otra época: nada que decir. Cuestión que los cuerpos entran y salen, como si nada, sin tocar la puerta. Las puertas sólo están trancadas cuando la narración necesita que lo estén, pero, en general, simplemente entran. Como si los límites estuvieran flojos. ¿Es eso algo que realmente sucede en America? ¿O es de esos comportamientos cinematográficos que ya parecen reales, como el de no decir “adiós” al final de una llamada telefónica? ¿Por qué, en las películas, los personajes cortan el teléfono así nomás, sin más, sin despedirse? ¿Por qué, aquí, estos amigxs no golpean para entrar? Entrar sin avisar, también, produce efectos de comedia.

Chandler y Joey, muchas veces, van a desayunar a la cocina de las chicas. Ross, cuando empieza a noviar con Rachel, se queda a dormir; y Monica, sólo por un episodio, no soporta tanta cercanía. Traumas de su infancia con Ross, el hermano mayor que la maltrataba. Conversan y, aliviado el trauma, mediante la confesión y un abrazo, los hermanos pueden volver a estar juntxs. Todo parece tratarse de estar juntos —todo el tiempo. Cuando Phoebe va a conocer a su padre biológico, cada vez, dos de sus amigxs la acompañan. Cuando ella misma empieza a cantar para niñxs en una escuela, lxs amigxs, por alguna razón, están ahí. ¿Qué hacen ahí? Incluso Ross, cuando vuelve de visitar a su mono Marcel, parece aterrizar ahí. ¿Por qué?

En parte, por lo siguiente: los episodios duran 22 minutos, y en esos pocos minutos, ocurren muchas cosas; por eso, siempre hay varias líneas narrativas sucediendo a la vez. Eso es rico, complejo, y, a la vez, pide que esas líneas se crucen, se solapen, compartan escenario, lo más posible, en la menor cantidad posible de locaciones. Algunos de esos cruces dan buenos resultados: por ejemplo, Monica y su novio Richard (Tom Selleck) deciden separarse mientras bailan en el casamiento del ex-casi-marido de Rachel. Un divorcio, dentro de un casamiento. Las situaciones se van entrelazando de modos complejos. Friends era escrita por 12 guionistas; y no sólo se dedicaban a hacer reír, hay un alto contenido narrativo y temático circulando por la serie desde el episodio 1. Conflictos humanos, dificultades, desafíos. Y siempre, el hombro amigo disponible. Lxs amigxs, siempre disponibles. Y cuando no están disponibles, es para que lo veamos, para que recordemos la importancia de estarlo. ¡Hay que estar! No se puede no estar —no hay tiempo, no hay espacio. O: para darse el espacio de no estar, necesitamos mucha excentricidad, del tipo que se permite Phoebe:

—Pheebs, ¿quieres ayudar? —pregunta Joey en el episodio 1 cuando se están yendo a ayudar a Ross con sus cosas de recién divorciado.

—Ojalá pudiera, pero no quiero —responde Phoebe. Y lo aceptamos, porque es ella; digamos, la loca del grupo, que, entre otras cosas, funciona como contrapunto que solidifica la norma de los amigos: hay que estar disponibles.

¿Tiene sentido preguntarnos cómo cambiaría esa disponibilidad si los episodios duraran más y no tuvieran la limitación económica de los decorados? Imaginar cómo una obra podría ser diferente nos puede dar pistas sobre las decisiones que la hacen ser como es. Cuando reconocemos la contingencia (la no necesidad o, como diría Sontag, la apertura) de una obra de arte, podemos ver las decisiones que hacen al tejido de la ficción, y así, aprender algo sobre nosotros mismos. Entonces, veamos: si los episodios duraran más, tal vez tendríamos tiempo de ver a los personajes más solos, o encontrándose más con otros personajes —personajes de fuera de la estrella íntima de 6 puntas —this is everybody (estos son todos), introducen al grupo cuando alguien llega: claro, ellos son todxs. También, tal vez, si los episodios tuvieran otra duración, tardarían más en encontrar el apoyo del otro, que es lo que, una y otra vez, genera ese alivio poderoso, acaso de lo más valioso de la serie. Es por economía narrativa, por un problema espacio-temporal, que la amistad tiene que ser simplificada. Y cuando digo simplificada, no lo digo necesariamente como algo negativo. La celebración de la amistad que propone Friends es un gesto hermoso, conmovedor e importante. No por nada la serie tuvo las repercusiones que tuvo a nivel mundial. Probablemente este show ha salvado a más de una persona de las tenebrosas espirales descendentes del abandono y la soledad. De cualquier manera, también me parece interesante indagar en esa simplificación.

Otra palabra para simplificación sería: idealización. El hecho de que estos 6 sujetos pasen tanto tiempo juntos es tan contundente que se vuelve una idea. Peligro del formato corto: la idea se vuelve visible. Riesgo de moralizar. Lo dice la canción: ahí estaré para ti. Como si la amistad se tratase de (la idea de) una presencia incondicional. ¡Hay que estar!

La palabra incondicional nos lleva a la pregunta: estos 6 amigxs, ¿no parecen más una familia que un grupo de amigxs? ¡Palabras! El peligro de las palabras. ¿Qué significa amistad? ¿Qué significa familia? El punto es éste: la serie se llama Amigxs, y el problema de la amistad es tematizado, una y otra vez; por eso, es difícil no leer (extraer) de este material una idea sobre la amistad. Peligros para cualquier espectador de cualquier ficción: interpretar lo singular como universal —en este caso, entender que estos amigxs particulares representan a Lxs Amigxs en general. Esta trampa es muchas veces habilitada por las así llamadas bajadas de línea de la ficción. Ver, en Friends, ejemplos de opinión sobre lo que es la amistad. La amistad ¿es estar ahí para el otro? ¿Siempre? ¿Eso dice la serie? Si es eso, podemos preguntarnos: ¿no es demasiado fácil estar cuando se vive del otro lado del pasillo?

Si no vivieran tan cerca, si la narrativa no necesitara que pasaran tanto tiempo juntxs (22 minutos, economía de locaciones, aglomeración como motor del efecto cómico), ¿podrían estar tan ahí? En cualquier caso, ¿eso es la amistad? Para este sistema, parece que sí. Ver ejemplos de situación de reclamo cuando el otro no está ahí —cuando se comporta de un modo no acorde a las ideas prescriptivas sobre lo que debe ser una amistad. Y notemos este detalle: la canción no dice estoy aquí para ti, sino estaré ahí para ti, en futuro, y en otro lado: la letra, ese estribillo pegajoso que tanto habrá sido canturreado en las últimas décadas en todo el mundo, no nombra la amistad (el estar para el otro) como un cuerpo en presente (ahora, aquí) sino como una idea en futuro (luego, allí) —el futuro, que aún no tiene cuerpo, no puede ser más que una imagen, una fantasía, una idea. Al cantar “estaré ahí”, estamos haciendo una promesa que, por necesidades afectivas de garantizar seguridades a futuro, tiene que sí o sí desconocer el hecho de que, en el fondo, no lo sabemos. No podemos saber si estaremos ahí o no. No podemos.

Pero tal vez tampoco se trate de tomar la frase en sentido literal: afirmar que el hombro amigo estará siempre disponible es una forma de generar alivio en el presente. El problema surge con el malentendido de la promesa. La promesa nos alivia aquí y ahora, pero, a la vez, genera expectativa, y nos lleva a vivir, cada aquí-y-ahora, con la carga de la expectativa que levantamos en un antes. Cuando una madre no acude a ayudar a su hijx necesitadx, decimos que es una mala madre, porque entendemos, y así estamos formateados, que una madre es una estufa incondicional. No importan las condiciones, la función-madre siempre estará ahí, encendida, irradiando. Pero, la función-amigo ¿también? El deber de estar ahí, ¿es propio de lo que llamamos amistad? ¿No tiene más que ver con lo que entendemos por familia?

Los momentos en que la comedia hace el giro hacia el drama son claros, cambia el tono actoral, aparece una música emocional. Siempre se trata de pasar de la dificultad al apoyo mutuo. La comedia parecería ser, en muchos casos, el resultado de los intentos de encontrar, finalmente, esa zona de alivio común. La tensión se relaja, podemos dejar de pretender: Chandler, al menos por un minuto, deja de defenderse con los chistes. No diría que la serie hace chistes para defenderse de la profundidad o la incomodidad de la experiencia; al contrario, diría que el humor es usado más para encontrar y celebrar la complejidad del acontecer humano. En este sentido, es muy importante que, cuando Ross y Rachel van a finalmente besarse, la puerta que les separa, al menos por unos segundos, se trabe. El drama, así, tampoco queda como un punto de llegada. La comedia siempre puede más. Vuelve, para darlo todo.

Cuando Ross se viste de marinero para cumplir la fantasía de Rachel, y la alza en brazos para llevarla del café al departamento, ella olvida apagar la máquina de capuccino… y agarrar su cartera… y apagar las luces. Ross, cansado de los pedidos de Rachel, que interrumpen la fluidez solemne de la fantasía, la arroja sobre el sillón, rematando la escena. En ésta, y muchas otras situaciones, vemos cómo la apuesta por la comedia afecta las posibilidades narrativas del orden de lo vincular. La comedia aligera (airea) la solemnidad (densidad) con que tendemos a agarrarnos de las ficciones con que damos sentido a la experiencia salvaje de la vida. Ross, como payaso, se burla de su propio dramatismo cada vez que entra con su triste saludo-suspiro “hi” —su primera palabra en la serie, a la que Joey responde:

—Este tipo dice hola y a mí me dan ganas de matarme.

¿Por qué a Joey le dan ganas de matarse? ¿Por qué no deja a Ross estar triste ni un segundo tras la mudanza de su ex? ¿Por qué insiste tanto con que su amigo se anime? ¿No soporta(mos) el malestar —el dolor? ¿O es que Joey está apurando el proceso de duelo de Ross simplemente porque las situaciones no tienen tanto tiempo para resolverse? Televisión: el tiempo es oro. Doler, ¿cuesta dinero? Duelar, ¿pide tiempo? ¿Por qué no nos damos ese tiempo?

Lorrie Moore escribió que la comedia es la tragedia más tiempo. La comedia es una velocidad, una rítmica, estiramientos y descargas, una estrategia de acumulaciones y estallidos, una manera pícara de entrar en lo innombrable. ¿No hay algo del orden de lo innombrable cuando Phoebe y su marinero frotan sus cuerpos en una danza extática sexual que es, primero que nada, una manera de rascarse mutuamente la picazón? ¿Es eso la amistad? ¿Un problema económico? ¿Un rascado mutuo? ¿Es el amigo el que estará siempre ahí para ayudarnos a rascar nuestras espaldas —lo que no podemos rascar de nosotrxs mismxs? ¿Es el amigo el encargado de cubrir esa falta? ¿No era esa la función de mamá? Rascarnos la espalda, ¿no era la función de mamá? ¿No es esa la función de la familia —de lo familiar? La familia como un tejido de suposiciones acerca de cómo debemos rascarnos la espalda —relacionarnos. ¿Eso es la amistad? ¿No es la amistad, más bien, un espacio donde las suposiciones pueden ponerse en juego —un contexto en que las fijaciones vinculares deben ser cuestionadas, para así, acaso, liberarnos de lo conocido? ¿No es la amistad la posibilidad de liberarnos, algo, de lo familiar? ¿No es el amigo aquél humano con quien compartimos un interés mutuo que no se basa en el deber y la necesidad? El amigx como ese otro que ha sido liberado (o es continua o intermitentemente reconocido libre) de las suposiciones del yo.

Hace poco conversábamos sobre la amistad con A, una amiga que vive lejos. Ella me había mandado un mensaje contando algo muy personal, y yo no había respondido. Cuando, un tiempo después, me confesó que mi silencio había dolido, le expliqué que su mensaje había llegado en un momento muy difícil para mí, tanto en lo laboral como en lo personal. Eso alivió una tensión y nos dio espacio para el diálogo. Hay veces en que no podemos estar ahí para el otro. La pregunta es: ¿eso significa necesariamente algo? Hay veces en que, por la razón que sea (explicable o misteriosa), no tenemos espacio para el otro —para lo otro. Una pregunta podría ser si eso nos hace menos amigxs.

El concepto de amistad es problemático porque supone un interés por el otro que no surge de la necesidad —al menos, no de la necesidad básica de afecto, cuidado y nutrición. ¿Le pedimos a lxs amigxs, y a las parejas, que cumplan el rol de madre/padre? Cuando Ross va a dar una charla importante en el museo en que trabaja, sus amigxs, claro, lo acompañan; es tarde, y por alguna razón, van a salir todxs juntxs (¡todo juntxs!). El conflicto surge porque nadie termina de prepararse para salir, y Ross se estresa. Su necesidad Vs la de los otros. En Ross, la necesidad es clara: que los demás se alisten, salir. En los otros, vemos diferentes niveles de la necesidad: Joey y Chandler están, digamos, molestando (pelean por quién se queda con un sillón), pero, curiosamente, su pelea, bien infantil, estalla cuando Joey se pone literalmente toda la ropa de Chandler, llevando con ese gesto a un extremo absurdo (¿estético?) el problema de la ropa y el vestirse (¿qué ponerse?), que es lo que genera el conflicto central del episodio. Por su parte, Monica está en crisis, en duelo (obsesionada) tras la separación de Richard. Si Joey y Chandler están atorados en algo sumamente banal, y Monica en algo demasiado importante para el momento, digamos que, en el medio, están Rachel, que simplemente no sabe qué ponerse (quiere estar linda para el evento de Ross), y Phoebe, que observa algo desde afuera con esa mirada filosa y sin pelos en la lengua que la caracteriza; ante la dificultad (la pelea de los muchachos resulta en un humus cayendo sobre el vestido de Phoebe), ella lo soluciona sin mucho drama, colgándose del pecho un adorno navideño, espantoso, pero chistoso.

Una pregunta, en esta secuencia, podría ser: ¿por qué Ross no se va solo al museo? ¿Por qué sigue ahí, acarreando a sus amigxs y a su novia, insistiendo con que se vistan para no atrasarse? ¿Por qué no se va él y deja que ellxs lleguen luego? En principio, de nuevo, es un problema narrativo: es la excusa para que el episodio los tenga a los seis en el departamento; además, se trata de un paso de comedia: ese conflicto (Ross quiere salir, el resto se retrasa) genera mucha comedia. Y la comedia nunca es sólo comedia. Reírnos es grande, la risa revela niveles profundos de lo humano. Ese vaso de grasa que venía circulando durante el episodio (por accidente, Joey tomó un vaso con grasa que estaba en la heladera) termina siendo la prueba de amor de Ross, que está a punto de beberlo para demostrar a Rachel cuánto le importa su presencia en el museo. Ella, es cierto, no tiene por qué ir. Ante el maltrato de él (producto del estrés, sí, pero maltrato al fin) Rachel decide quedarse. No es su madre, no va a tolerar maltratos. Hay un límite. La necesidad de Ross encuentra un límite en la de los demás. Finalmente, vemos cómo su apuro era innecesario. Innecesario para vivir amablemente (saludablemente) la situación, pero necesario para pintar la neurosis del personaje y llevar al dúo, por el embudo de la contracción, hacia el océano de la reconciliación. Contracción y descarga, el paso doble de las relaciones humanas.

Y la amistad, también, digamos, es un problema estético; es decir, un problema de cómo, dónde y cuánto ponemos nuestra atención —nuestra mirada. En esta serie, pareciera imposible que la mirada (la cámara) prestara su preciosa atención a otra cosa que lo narrativamente importante. Hay, también, una incondicionalidad en el mirar. La cámara de Friends, como una madre incondicional (comercial), no deja, en ningún momento, de abrazar (de acunar) a sus personajes/situaciones, dándonos así, más que una mirada amiga, una mirada maternal. Ahora, ¿no es el amigo aquél que tiene permiso para desviar la mirada? ¿Es el maternal el verdadero amor incondicional? ¿No es el amigo aquél que también puede no estar?

Estoy volviendo a ver la serie después de muchos años. Al día de hoy, voy por el inicio de la temporada 3. Dejo estas notas como parte de una investigación en curso, y me pregunto, tal vez anticipándome (o forzando) demasiado, si Friends no podría leerse (también) como la comedia que resulta de nuestros intentos torpes (humanos) de desarticular las suposiciones (los deberes) del orden familiar, para animarnos, de a poco y a los tumbos, a modos más libres de relacionarnos.

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